Sin un buen motivo. (Austin Mini Clubman/1275GT)

 No vamos a descubrir ahora lo convulsa que fue la década de los setenta en Inglaterra.  Resulta curioso que la gran mayoría de marcas acabasen imitando a la BLMC y que ésta acabase deshauciada aun siendo un  claro referente.  Lo cierto es que quien quisiera (y a día de hoy quiera) fabricar un coche encontró (encontrará) inspiración divina en la gran obra maestra de sir Alec Issigonis (diseñador jefe de la BMLC): el mítico Mini.  No es menos cierto que quien no quiera fracasar en esto de hacer coches también debería conocer los grandes desaciertos que cometieron.  A finales de los 60 corría el rumor de que Austin-Morris perdía dinero por cada unidad de Mini que se vendía.  En la British se pusieron manos a la obra: versionaron a su modelo estrella, nacieron los Austin Mini Clubman y 1275GT  (también con carroceria estate) para sustituir a los Mini más exclusivos, las versiones culonas Riley y Wolseley, y los divinos Cooper.  Éstos presentaban un novedoso morro, llantas de 12′, circuitos impresos en el salpicadero, neumaticos run-flat.  Por desgracia el novedoso morro compartía estetica con el desafortunado Austin Maxi (sonoro fracaso) y empeoraba la ya de por si pobre aerodinamica.  El motor de 1275cc no era precisamente la alegría de huerta y los neumáticos no interesaron a nadie (eran muy ruidosos).  Los cambios provocaron un (otro) pequeño caos en Longbridge y no atinaban a fabricarlo provocando largos plazos de entrega.  Los nuevos Mini eran sensiblemente más caros y feos y las ventas no despegaban. El antiguo Mini siguió vendiendose lo suficientemente bien como para no cesar su producción y la gran Industria Británica siguió languideciendo.  Estaba claro que vender menos no era la solución.  Los Clubman/1275 GT dejaron paso a los Mini-Metro ya en 1980.  Al Mini clásico le quedaban 20 años de vida.  Lo peor ya estaba pasando.