Sal de frutas (Chrysler K-series)


El Grupo Chrysler siempre ha encarnado la apuesta por lo novedoso.  Sus marcas siempre han estado más ordenadas que en las otras grandes corporaciones y siempre se jactaron de una gran fiabilidad.  «-Si quieres un buen coche comprate un Chrysler.»  se decía en los años 60 cuando se vendian coches americanos como churros.  En plena época Muscle-car poca gente estaba por cosas tan banales como tener un buen coche, los autos debían correr más y más lo de no estropearse, ser baratos o simplemente buenos se obviaba en favor de las prestaciones.  Chrysler entró en una malevola crisis que la llevó hasta los ochenta con más pena que gloria (pero siempre con dignidad).  Es entonces cuando el gobierno decide rescatarla y se ficha al gran gurú automovilistico Lee Iaocca (padre del auténtico Mustang).  No se les ocurre mejor cosa que copiar los coches japoneses que inundaban EE.UU.  Nace la familia K-series.  Catalogados como coches pequeños-medianos Iaocca los adornó con simil-madera, tapicerias vistosas y nombres rimbombates como LeBaron, Saratoga…  Los K-series cumplian su cometido, se vendian bien y al compartir innumerables piezas era tremendamente rentables vendiendose a bajo precio.  Los problemas no tardaron en llegar.  El voluntarioso motor de cuatro cilindros (alejado de los añorados V8) precisaba cambiar las juntas de culata a la par que el aceite del motor.  Por mucho turbo que soplase en algunas versiones el nombre de Mopar fue tomado como una burla por los entusiastas de la marca y el interior pecaba de un nivel de calidad austero.  Chrysler fue perdió su crédito como buena marca.  Resulta paradigmático que las muy aceptables ventas de estos coches fuesen perjudiciales para su marca, se dice que ningún otro coche hizo tanto para aumentar las ventas de Nissan y Toyota, nadie quiso repetir y el desprestigio de la Corporation fue incontestable.  Años después la Chrysler, una de las Tres Grandes, acaba en manos de Mercedes y más tarde en poder de FIAT.  El fin es imparable.

 

Acerca de Sergio Mercado

Lo reconozco ¡Me encantan los coches! Pero no solo aquellos que forman parte del imaginario popular por sus logros y parabienes. Me gustan TODOS los coches y en especial los que llevan una bonita historia cuestas.
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