A finales de los cincuenta en Europa reinaba la Vespa. En Piaggio dieron en la diana creando un medio de transporte bueno, bonito y barato. En ACMA (fabricante galo de la Vespa) creyeron que habia que dar un paso adelante y satisfacer las nuevas necesidades de sus clientes y crearon el Vespa 400, la Vespa de 4 ruedas. El Vespa-Car continuaba con las buenas intenciones de su madre. Pequeño (apenas 2,80m) coqueto, amplio y cómodo para 2 personas (no tanto para 3 ó 4), y con un voluntarioso motor trasero de dos tiempos. Las prestaciones (al igual que el célebre escúter) pasaban a un segundo término consiguiendo alcanzar los 90 km/h en unos tranquilos 25 seg. Tenia grandes ideas como el techo de lona enrollable y un práctico cajon deslizante para guardar la bateria donde otros coches tienen la parrilla del radiador. A pesar de ser un coche muy bien hecho nunca cumplió las espectativas de ventas en parte (o por culpa) de que jamás se vendió en Italia (patria de su casa matriz) para no tener que enfrentarse al gallito Fiat 500. La complicación de añadir aceite a la gasolina (por su condición de motor 2 tiempos) subsanado en parte con un ingenioso dosificador semiautomático y un consumo de 8 litros a los cien no ayudaron mucho a exploltar sus virtudes. Al cabo de 4 años ACMA dejó de fabricar coches y siguió con las avispas.
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