A principios de los cincuenta Jápón no estaba ni se le esperaba entre los paises productores de automóviles. Yukata Katayama, descontento con la política de Datsun/Nissan, abandona su empresa y construye junto a un amigo el prototipo del Suminoe Flying Feather FF-2 que poco más tarde pasaría a producción. Como carecían de medios (al igual que el resto de Japón) instalan su taller-estudio en un segundo piso de la ciudad de Tokio. Cuando el coche está acabado, después de largas horas de ingeniería y desarrollo, se dan cuenta que no cabe por la puerta ni puede bajar las escaleras así que han de llamar a una grua y sacarlo como pueden por la ventana. Por suerte el FF-2 es concebido como un modestísimo utilitario y no pesa más de 425 kg (de ahí lo de «pluma voladora»). La obsesión por reducir el peso y hacerlo más barato les lleva a montar finísimas ruedas de lo que se llegó a decir en la prensa de por aquel entonces que «parecía dos motos atornilladas». La verdad es que no cuidaron mucho la estética ni hizo gala de una técnica depurada (motor trasero de moto, suspensión por ballestas…) Poco después Katayama volvió a Nissan haciéndose cargo del departamento de competición primero y de la gerencia de Datsun en EEUU después. Ganó el rallie de Australia y en EEUU se abrió un hueco en el mercado que acabaria siendo una herida de muerte para los 3 de Detroit. Tareas fáciles comparadas con vender las 200 unidades que colocó de su invento.
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